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El cazador de la antigüedad encontró una estatua de un dios antiguo, en cuya frente ardía un enorme rubí. Tan pronto como el tipo sacó un guijarro, Dios apareció en persona y corrió tras el ladrón del tesoro. Ayuda al pobre hombre, pero primero toma un curso corto de entrenamiento, para que luego la destreza se controle con las teclas.